A veces una imagen es todo lo que necesitamos. Porque menos es más.
Te propongo que trabajes con una carta de Tarot para hacer una reflexión sobre tu año.
Tomate un ratito en un espacio tranquilo. Elegí la carta al azar, luego de mezclar y cortar el mazo. Dala vuelta despacio, de a poquito.
Suele pasar que cuando miramos una carta de Tarot nos agarra la “interpretitis”. La cabeza empieza a hacer ruido, a opinar, evaluar, juzgar, hacer muchas muchas asociaciones y conexiones. Y está bien, el intelecto es importante para acercarnos a la imagen. Pero tratá de ir más allá. Metete en la carta no sólo con la mente, también con las emociones y con el cuerpo.
Como si tu mirada se hiciera blanda, porosa, dejate entrar en la imagen y habitarla.
Imaginá cómo es estar en ese lugar, aunque sea abstracto o lo sientas raro o desconocido. Dejá que tu cuerpo se sienta allí físicamente. ¿Cómo es la temperatura del lugar? ¿Es un sitio abierto o cerrado? ¿Hay naturaleza u objetos alrededor? ¿Qué ruidos suenan? ¿Cómo huele? ¿Qué ves alrededor? ¿Cómo está tu cuerpo allí?.
Si hay personajes, tratá de ponerte en la piel de cada une. ¿Están vestides o desnudes? ¿Cómo se siente esa ropa o el aire en tu piel? ¿Tenés algo en las manos? ¿Cómo es tu postura corporal? ¿Qué estás haciendo? ¿Hacia dónde estás mirando? ¿Qué sentís? Si es una imagen con objetos, imaginate ser esos objetos y dales vida. ¿Qué emociones te aparecen?.
Recogé todas tus impresiones, incluso escribilas si podés. Y volvé a leer lo que escribiste sin apresurarte a sacar conclusiones.