Un tarotista tiene que ser muy cuidadosx con la interpretación, la valoración y el consejo. ¿Cuál es nuestra tarea? ¿Y cuáles deberían ser nuestras premisas básicas para trabajar con Tarot?
Ante todo, ofrecer confidencialidad y confianza. Una obviedad: lo que se conversa en una consulta, no se comparte con nadie. La persona debería poder hablar con absoluta libertad. Por eso el juicio se suspende: no hay sucesos, sentimientos ni pensamientos buenos o malos. Cuestionar las valoraciones morales o culturales que habitualmente tenemos, permite resignificar y descubrir con el Consultante, una mirada diferente a la que ya tiene sobre lo que vive.
Eso requiere una aguda conciencia de límites. Por un lado, los del Consultante. ¿Hasta dónde quiere profundizar? ¿Hasta dónde puede cuestionarse? Podemos abrir puertas pero siempre es la persona quien guía la consulta. Tenemos que entrenarnos para identificar la forma en que esos límites aparecen: cuando alguien no recuerda algo, cuando cambia la dirección de la conversación, cuando evita mencionar un tema, cuando expresa su incomodidad con el cuerpo. Porque también nosotrxs tenemos límites, no lo sabemos todo, ni somos psicólogxs. En muchos casos, la Consulta sirve para visibilizar temas que la persona va a tener que trabajar en otros espacios y lo mejor es derivarla a un terapeuta que sí pueda acompañarla en un proceso más profundo. Soltar la omnipotencia en nosotrxs es clave para valorar el pequeño paso que puede ocurrir con el Tarot. Alcanza con VER.
El Tarot es un espejo y el Tarotista colabora para que la persona pueda mirarse allí. Nuestra tarea es ayudarla a ver qué descubre en ese espejo sobre sí misma, por eso la clave es una escucha receptiva y la paciencia para ayudarla a poner en palabras lo que ve. ¿Qué hará luego con eso que vio de una forma nueva y diferente? Esa es su libertad y su responsabilidad. Será bueno evitar consejos (no estamos conversando con un amigx). El camino que quiere y puede tomar esa persona, lo descubre y lo diseña ella. Respeto siempre.