El movimiento es lo único constante, eso es seguro. Que la vida cambia minuto a minuto. Y por lo tanto, que nosotros tampoco somos los mismos que éramos ayer. Pero solo cuando estamos incómodos y queremos que algo cambie, ansiamos el movimiento. En cambio cuando algo nos gusta, nos aferramos y queremos que todo siga igual. Cómo nos cuesta acompasarnos al ritmo de la vida.
La Rueda De La Fortuna es una carta que nos obliga a poner sobre la mesa el antiguo debate: ¿DESTINO O LIBERTAD? A veces decimos cosas como “iba a pasar de una u otra forma” o “estaba escrito”. Imaginamos que en algún lugar misterioso, hay una predestinación ya definida. Pero por otro lado, todos los días hacemos uso de nuestro libre albedrío: tomamos decisiones sobre lo que queremos hacer y defendemos nuestra libertad con la convicción profunda de que es un bien preciado. ¿Entonces? ¿Somos títeres del destino o agentes de nuestra libertad?
¿Y si no es ni lo uno ni lo otro? ¿Si el destino no se define como una serie de acontecimientos predefinidos sino como un potencial (de ser) que debe ser desplegado? ¿Y si la libertad no consiste en el ejercicio de un deseo caprichoso sino en la responsabilidad de actualizar (poner en acto) nuestro potencial? Esta otra mirada requiere un cuestionamiento un poco más profundo.